Coexistencia pacífica de la diversidad de intereses, concepciones y corrientes de pensamiento inherentes a toda sociedad, y cuya promoción y protección como valor democrático hacen imposible imponer un pensamiento único o una conducta homogénea a todos sus integrantes, salvo a través del recurso de la fuerza. El pluralismo obliga al reconocimiento del otro, a la tolerancia de las diferencias y a que las decisiones sobre la vida en común sean necesariamente tomadas por medio de la más amplia participación social y por métodos de diálogo y de deliberación para alcanzar acuerdos por consenso, respetando los derechos de las minorías.